Vincent empezó a pintar Los Girasoles a finales del verano de 1888 y esta vez su inspiración para sus pinturas fue el sol mediterráneo y el color de su casa en Arlés, que tenía colores amarillos y el propósito que tenía con estos cuadros era darle una decoración personal a su casa por lo que dejó que la misma naturaleza estuviera presente a través de estas obras y al mismo tiempo estaría utilizando su color favorito.
Para van Gogh el amarillo tenía un especial simbolismo, era el color que representaba su mundo interior, por esto mismo pintó su casa de este color donde por primera vez tenía algo propio, un espacio personal.
Las pinturas plasman a los girasoles en varias etapas de su vida, desde que es una flor nueva hasta que termina marchitándose. Él empleó en una gama cromática colores naranjas, ocres, marrones y beiges.
El color está aplicado con pinceladas fuertes y solo unos toques salteados, haciendo destacar la plasticidad de la pintura para así crear un fino relieve en la tela y terminar por dar un volumen a los girasoles. Para poder resaltar el color amarillo y hacerlo luminoso utilizó verde y azul claro en cada contorno.
En esa etapa de su vida el color fue cobrando vida en cada una de sus obras y así mismo también una autonomía propia, por lo tanto se puede decir que, el color era el medio de expresión que utilizó siempre.
En la serie de obras de girasoles, destacó la fuerza cromática por encima de la descripción real, ya que las flores vinieron de la total imaginación de van Gogh, y la fuerza expresiva de su temperamento artístico.